miércoles, 13 de abril de 2016

NIÑA TERROR


qUerés tener algo en los ojoS
!Pero no¡ NO hay nAda…
El caLor ¿Te abandonó?

nO, naciste fRía.

En un vientrE oscuro y fRío…
En una casA oscura y fRía…
En una nochE oscura y fRía…

los roZtroZ
¿LOS recuerdas?
nO, todo siempre fue oSCuro…

.y frío.

¿quién quisiera comPARtir su AL…
…MA con la tuYA?
SER ObSCURO

.y frío.

domingo, 3 de abril de 2016

¿CÓMO HACER UN ESPANTAPÁJAROS?



 Dos hombres errantes, fugitivos de una guerra sin acabar, extranjeros en un país enemigo, vagan por yermos campos, cansados, sedientos y heridos. Casi que se mueren de tanto caminar, y ya se miran con odio... a la distancia ven un maizal y en lo alto un espantapájaros. Ahí nomás idean un plan: ¡secuestrar al espantapájaros para pedir rescate! Uno de ellos se esconde con el espantapájaros en un molino, mientras que el otro va al encuentro del granjero. Éste, desconcertado por la llegada del extraño, sale de su casa con tridente en mano, ¡Sí, el famoso tridente! El ladrón le explica su plan macabro y el granjero quiere matarlo ahí mismo, pero el bandido lo detiene:

-¡Alto viejo carcamán o no volverás a ver a tu espantapájaros con vida!

 Y el granjero que amaba su campo y por supuesto al espantapájaros, que era tan grande servidor, se vio obligado a aceptar las condiciones, las cuales eran entregar alimentos y medicinas. Los bandidos se aprovechan de la situación, pasa el tiempo y se recomponen y vuelven a estar fuertes. Marchan a la casa del granjero y le pegan un boleo en el culo y se quedan a vivir ahí, sabiendo que con la guerra inacabada ningún tipo de autoridad se iba a presentar a ajusticiarlos. El granjero suplica por su espantapájaros pero los ladrones se ríen de él y suben al espantapájaros a la cima de la casa en señal de burla. 

 Las aves se empiezan a comer la cosecha y el viejo granjero desespera así que oficia él de espantapájaros, corriendo de aquí para allá con los brazos extendidos como un loco. Pero las aves no le temían, pues sabían que él en realidad no era un espantapájaros, lo ignoraron y siguieron tragando la cosecha. El viejo continuó corriendo hasta que un paro cardíaco lo dejó seco en el campo.

 Un ladrón vio la muerte del viejo y dijo:

-¡Uh! Se murió el viejo.

-¿Y ahora qué hacemos? -dijo el otro.
-Pongamos el espantapájaros de nuevo en el campo que se están morfando todo, estas aves de mierda.
-Bueno, ¡vamos!

 Y pusieron al espantapájaros en el campo, pero aun así las aves se paseaban descaradamente, y la cosecha disminuía. Entonces dijeron:

-¿Qué carajo ocurre?

-Hagamos al espantapájaros bien feo.

 Le pusieron un sombrero gigante y una capa deshilachada, y muchos botones de muchos colores, y le alargaron los brazos y los dedos, y le pintaron una boca enorme y siniestra, y también colocaron ramas como astas sobre el sombrero y hasta le agregaron paja en el tórax y todos los días le incorporaban algo para afearlo. Hasta que un día estaba tan feo que les dio miedo a ellos, pero a las aves les divertía. Entonces nuevamente dijeron:

-Pero ¡¿Qué carajo ocurre?! 
-Esta vez con signos de admiración. Y se fueron a dormir y reflexionar sobre una solución.

 A la noche de ese mismo día, en el que dijeron: "¿Qué carajo ocurre?" con signos de admiración, escucharon ronquidos desde el campo, más exactamente desde el espantapájaros. Ronquidos tremebundamente fuertes como provenientes de un ser grotesco de otro mundo, y cuando asomaron las narices por la ventana vieron que el espantapájaros había cobrado vida y devoraba a mansalva toda la cosecha que tenía adelante.
 Los dos hombres pasaron tres días encerrados temblando y orinando más de lo normal hasta que uno de ellos, el más valiente tomó la escopeta que estaba colgada arriba de la puerta y salió a enfrentar a la glotona criatura que crecía más y más cada vez que amanecía. Lo encaró en la noche cuando ésta roncaba, se acercó hasta donde su coraje le permitió y cuando fue a apretar el gatillo un colibrí le picó la oreja. ¿Por qué éste suceso fortuito y fuera de lugar? Porque sí. Pero además, este era un colibrí bastante cabrón.

 ¡Pum! Sonó el disparo haciéndole un agujero en el sombrero al espantapájaros, que se despertó y comenzó a correr al atacante hasta la casa. Pero la puerta era muy chiquita para él, así que se subió al techo a esperar a que salga, y los ladrones dijeron:

-¡La puta! ¡La puta! -dos veces, y uno dijo:

-¡Prendamos fuego la casa! ¡Ya!
-¿La casa?
-¡Sí, la casa!
-¡No, la casa no!
-¡Pero no hay otra solución! -dijo alterado y con voz grave.

 Y prendieron fuego la casa. Ardió toda la noche y en la mañana fueron a ver las brasas. Encontraron la columna vertebral, el alma del espantapájaros, un elegante tronco de roble de gran altura.

-¿Y ahora? -dijo uno, el que llevaba pantalones más elocuentes.

-Prendamos fuego la casa -dijo el otro que había quedado extasiado con el acontecimiento.
-¿Qué?
-¡La casa, la casa! -gritaba.
-¡Ya prendimos fuego la casa idiota!

 Y se calmó. Pero como sabían que los pájaros seguían comiendo todo, volvieron a construir un espantapájaros, utilizando el roble. Esta vez decidieron hacerlo bien parecido a un hombre, a un hombre con autoridad y temple, como al general que habían tenido en el ejército. Pero aun y así no había manera, las aves comían sin cuartel como si la cosecha fuera para ellas. Los ladrones, cansados de intentar espantar a las aves, se pusieron a trabajar la tierra para recomponer lo que pudieran, aunque ninguno sabía siquiera como plantar una semilla, pues antes de la guerra uno trabajaba en un museo como disecador de insectos y el otro era dentista. Pero se la rebuscaron. Entre ello, un día que estaban jugando al truco en el granero escucharon una voz que silbaba. Temerosos fueron a su encuentro, y se sorprendieron, pues se trataba del espantapájaros que nuevamente había cobrado vida, pero esta vez parecía un simple hombre que trabajaba la tierra laboriosamente. Los saludó amistoso y se acercó a estrecharles la mano.

-¡Amigos, amigos no se queden ahí pasmados! Hay mucho por hacer –dijo.

 Y como lo más normal del mundo, rápidamente se hicieron amigos y les enseño todos los secretos de la agricultura. La cosecha iba prosperando y las aves se acercaban muy poco. Todo había dado un giro. El espantapájaros hombre les enseñó todo lo relativo al campo, él administraba y procuraba que esté todo encaminado, supervisaba y ordenaba todos los quehaceres desde la salida del sol hasta el ocaso. Al poco tiempo se había instalado una dictadura en el campo y los hombres refunfuñaban a escondidas, pues le temían al espantapájaros y les era imposible desobedecer su voz estentórea y autoritaria. Iracundos comenzaron a perfilar otro plan:

-¡Prendamos fuego la casa!

-¿Qué casa? Ya no hay más casa.
-¡Prendamos fuego el granero!
-¡No, el granero no!
-No hay opción.

 Y prendieron fuego el granero. Con el espantapájaros adentro claro, que había entrado a buscar un alfiler para sacarse la basura de los dientes. Volvieron a encontrar el roble, pero esta vez decidieron enterrarlo. Mientras iban caminando con el roble a cuestas advirtieron que las aves se alejaban despavoridas y graznando de horror. Colocaron entonces el roble entre la cosecha y ningún ave volvió a acercarse. Se mudaron al molino y siguieron con sus nuevas vidas de granjero ahora ya más doctos. Muy felices estaban. ¡Ay sí! Qué felices estaban. Hasta que una mañana les llamó la atención una enorme sombra que estaba sobre el roble. Se trataba de un ave inmensa, más grande que cualquier águila, con sus alas extendidas provocaba una sombra larga y temible por sobre las papas y las cebollas. Se acercaron para contemplarla y esta les habló:

-¿Dónde está Rodolfo? ¿Y qué hicieron con Pericles? -sonaba enfadada.

 Los hombres quedaron mudos de sorpresa y terror, pensaban "¿Qué más va a ocurrir en este maldito campo?". La enorme ave voló sobre ellos, los agarró del pescuezo y los llevó al país de las aves enormes. Cuando llegó a tan lejano país, los colocó en un madero a cada uno, de roble como el del espantapájaros, sobre un extenso campo cultivado. Aves enormes los miraban y reían, otras solo graznaban y comían.
 Les pusieron sombreros, uno naranja y otro verde, chillones y chistosos. A uno le colocaron una campana en el cuello y al otro unas guirnaldas en las orejas, les pintaron los labios de color fucsia y los dejaron ahí echándose a volar. Los dos desgraciados advirtieron que había otros humanos además de ellos, hombres y mujeres en pelotas que se acercaban al campo furtivamente robando choclos y uvas. Les gritaron pidiendo auxilio, pero estos se echaron a correr asustados. Y Entonces se dieron cuenta en qué se habían convertido. Y así pasaron sus últimos días. Hasta que...no, eso era en otra historia, y así pasaron sus últimos días. 


                                                                          FIN