De pronto se escucha un horrible sonido,
La muerte riendo de nuestro destino.
Ya que aquél grito, aquella anomalía,
Acabó con nuestra gran armonía.
La montaña crujió y el suelo se partió,
Mis huesos temblaron de manera
insoportable.
El viento corrió y el cielo se nubló,
Las nubes se tiñeron de un grisáceo
incomparable.
Sin saber cómo llamar a lo ocurrido,
Con esperanzas nos escondimos.
Y creyendo a los dioses defraudados,
Por la gran piedra fuimos castigados.
Cautivos por el humo quedamos,
Y fue el último aroma que inhalamos.
En el mar de fuego la ciudad se ahogó,
Toneladas de furia que no soportó.
La historia bajo el mayor túmulo espera,
Y las rocas vibran al transmitir una
era,
Claman que alguien nos encuentre,
Y escriba un poema de
lo que fue nuestra suerte.
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