sábado, 5 de marzo de 2016

Escorpión de Engrudo

No sé, no sé, no sé. Mente ordenadora. Mente inquieta. Mente siniestra.
Ya morí ¿Cuánto más quieres de mí? ¿Cuándo te llevarás mi odio? Tu odio.
Eres carcelaria. Arrolladora, permíteme morir de una vez y para siempre al menos.
No. Jamás. Todas las muertes llevo en mí. ¿Llevo? Qué ingenuidad. Soy todas las transformaciones. Creo en que toda opinión me aburre, pues son proposiciones ególatras. No me interiorizan en el cosmos, no trascienden. Me aburre. El que dice algo no dice nada, al menos importante. Demasiados pensar, ¿para entender qué? Escucho a un rayo partirse y al aire queriendo llenar espacios. Bailo en el barro mientras el caos se desata en los cielos, y me uno, a nada que pueda expresar aquí. No me guía nada…o quizás sí. El frenesí se autoabastece. Nada realmente importa ahí, en ese estado de despojo. Pero todo tiene un valor inmenso, único.
No puedo sujetar a mis sentires. Aprendo a aceptar sus desvaríos y lo que son mis violencias. Raja un cuchillo serio mi cuero, separando los músculos y las creencias de una personalidad. Todo se dispersa y desintegra.
Ya es sabido el absurdo. Por eso me hallo desnudo siendo observación, de un viento iracundo, de dolores carnales, de una máquina inestable de hierro y gritos. Siendo, estas cuestiones, siendo.
Bastardiado. Aun así el amor siempre se presenta. Tengo la gracia y la fortuna. Al fin y al cabo fin tengo todo. Increíble.
Culpar a alguien o algo, para tener una dirección, un muro donde explotar mi frente, carne que tajar. Y gritar con ínfulas de aniquilación ¡¿Quién me ciega?! ¡¿Quién carajo me impone, me mata?!
Los sentimientos se desbordan. Está bien. Se ha terminado la competencia. Ha comenzado la vida. Me dejaré en paz.
¡Vítores! Un nuevo comienzo. La alegría y la tranquilidad. ¿Llanura? No, tampoco. Aburrimiento, miseria, incompleto. ¡Ay! Todo se ralentiza. ¡Qué muerte espantosa! Pero que venga todo, que todo estará bien. Que tanta elección, que tanto razonamiento. A la incertidumbre con la carne desprotegida. Curte la fragilidad. Hemos de saborear la ternura y la crudeza. Que frescura lleva a mis entrañas…sangre caliente corriendo en mí boca, una niña tiesa, ojos muertos, adiós belleza y juventud ¿Acaso pensaste que gozarías de un lugar privilegiado? ¡Ja! ¡Acá no existe nada, y todo ha de morir y transformarse! Por supuesto que mí mismo, que no soy nada y he de ya no estar para seguir estando, en mil formas…en ninguna…
Haremos caso a las pasiones. Y cuando suceda el odio estúpido y rápido que es suscitado por infortunios de órdenes materiales y ridículos, ahí acogotaremos a la primera criatura que encontremos. Y si en la habitación o pasillo alguien alguna vez colocó a manera de hediondo decoro un espejo, entonces moriremos sonrientes, descarrilados.
El agua balanceante, una laguna de ensueño. El fuego quemando árboles y cimientos.
¿Dónde habitamos? Debemos correr ya, antes de ser atrapados por el sortilegio oxidante de aquél brujo miserable que no sabe vivir y no permite la vida.
Si no hay claridad al menos que haya un accionar violento contra la niebla. Corriendo como locos tratando de abrazar o dispersar la niebla como si nuestros brazos fueran alas enormes. Pues somos ángeles también, además de demonios. Y en nuestro poder está…todo el poder. La destrucción y la creación. Sin necesidad de nombrar. Nada caerá del cielo sin que antes lo hayas visto brillar como una piedra en llamas. Sin ceder, te destruirás para hacer del cráter tu cuna. Y tu nacimiento es hermoso.
No hay tiempo. No hay nada que perder. Una fracción de caos, ínfima, soy. Perteneciendo, y único. ¿Cómo hacer de esto un desperdicio? Solo deteniéndome a pensarlo como uno.
Olvida todo de nuevo. Ve por eso, aquello, que es un punto luminoso en la lejanía. Confiando. Allí, aquí, no existe el tiempo. Provoca el trueno y la insensatez. Que ya no hay nada que esperar ¡Nunca lo hubo! Estás en el circo fugaz, todo surge a una velocidad intocable, casi que no es, casi que el momento no existe, pero aquí está, en el medio del ser abriéndose como un insecto alado, des-estorbándose de las pesadas viscosidades. Sin pensar en el alimento, comiendo aire… ¡libertad! Un día es suficiente, el orden queda extinto, me pruebo a la adversa atmósfera del sofoco. Chilla y gime, evolucionada para ser un arácnido insoportable y enredarnos en la angustia, contando minutos y horas de nuestra muerte comenzada hace tiempo en ese camastro tensado y tétrico.
Ese rincón penumbroso sin sabor…soy aquí la paciencia y me rio de esa mandíbula babeante con pelos, pues no soy comestible. Soy ahora carne envenenada, y la muerte que me profieres me desencarna del veneno. Ahora y siempre, soy. Y con hilos en mi cerebro que se enredan en las ramas de los árboles cuelgo como un títere mecido por el viento, aquél que fui. Pero ahora es un soñador, y su sueño me impone, floto entre hojas de vocecillas tiernas, y descanso un rato. Soy nuevamente viento, soy nuevamente un soñador, no me detiene la materia, destruyo mi cuerpo y la roca en un mismo acto de hilaridad, congruente.
Y me plantan los árboles hoy, para crecer hoy y morir hoy. Soy verde, y marrón, y blanco con gris, y también color de gloria. Infinitas son las terminaciones, y el comienzo siempre uno. ¡Qué hermosa novedad! ¡Soy un escorpión sorpresivo! Subiendo escalones y volando por los aires. Como la carcajada de un psicópata.
Todo se transluce, diamantes sobre algas. Olores explotando los vidrios. Dibujos en las calles abiertas, del desierto que es nuestro y no nos quema. La lluvia vuelve a ser sagrada. Amo este momento, no hay nada de qué hablar, solo danzar inmersos en la inmensidad, tragados por ella, alimentándola, siendo devorados y devoradores, todo ocurre ahora y no nos interesan los detalles.

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