sábado, 5 de marzo de 2016

La Cena

Re-burbujeante manjar, humeante y mortal. Descubrís un latido en ti. Te otorgas vida. Una vida nauseabunda. Morir es un regalo.
Como un ejemplar de un zoológico enfermo, abres la puerta al terror del pasado. El que enterrado se relame las entrañas buscando una gota roja que lo alimente.
Las canciones grotescas que entonaban los simios de cuatro brazos cobran vida en tus arrugas. Tu sonreír de anciano audaz nos enseña los surcos de los caminos ajenos, donde hombres y mujeres soportaron la tempestad agria que abraza el alma humana como a un hermano gemelo.
Allí volvemos todas las tardes y nos susurran, el quebrar de las ramas, el crujir de las cortezas, los arroyos secos llenos de hojas podridas. Y el alimento es la propia piel, que guardamos y atesoramos en un arcón enterrado en un pozo detrás de nuestros hogares.
No quitamos la mugre de nuestros dientes, para degustar todos los días la bacteriosidad del tiempo y la carne olvidada.
Un laúd suena riendo y traspasa el cielo y la aurora con una línea vibrante. Él es las manos que lo tocan con arraigada desesperación, y él es su vestido color caoba. Ya todo cayó por la escalera y aquí abajo esperamos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario