martes, 8 de marzo de 2016

…Se mutiló porque reprimió necesidades y deseos que le otorgaban vida, a cambio de resultados, de buscar una altura, de querer llegar. No disfrutó el caminar. Entonces su cuerpo se desintegró para darle la oportunidad de conocer su alma…

 El tiempo aun me persigue, me confunde, me daña.
Es la niebla en mi camino, las espinas, el lodazal que intenta detenerme.
¿Acaso quiere aconsejarme? ¿Asegurarme la vida? ¿Resolverla?
No hay forma que pueda resolverla. No entiende al sentimiento.
La tranquilidad llega cuando la mano toma la birome y expulsa al tiempo encarcelándolo en el papel.
Una ansiedad permanece.
Aprender a no saber y confiar. Es un trabajo continuo.
Busco el lugar perfecto para descansar o dedicarme a la expresión. No existe.
Donde haya presencia existe la perfección. O más bien, existe todo lo que hay...
Ahora me encuentro aquí. El pensamiento quizás buscaría cambiar este momento por otro, uno con estímulos que mi experiencia ha relacionado como más placenteros.
Pero esta vulgaridad o artificialidad no me disgusta. Hay cierta paz aquí.
Entre paso y paso hay un abismo. La muerte rodea el lugar.
La muerte negra y la muerte blanca.
Amiga y enemiga. Amante. Loba. Muerte.
El pensamiento tiene un límite. Cree poder anticiparse.
De ahora en más puede ser la vida. Con sus respectivas muertes renacientes. 
O la muerte pútrida, que sumerge el alma en el mar negro envenenado. 

¿En qué puedo depositar mi energía entera?
El tiempo de intelectualizar ha pasado.
La incoherencia ha caído como un color del cielo.
Ha fecundado la tierra y ha robado razones.
Ha generado el baile descerebrado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario